Se desacelera la creación de empleo. En el trimestre el empleo ha aumentado en 45.500 personas frente a las 65.100 del mismo periodo del año anterior.
Especialmente intensa es la desaceleración de la creación de empleo en el sector privado. El crecimiento del empleo privado en este trimestre es menos de la mitad (31.200 frente 63.100) que el correspondiente al cuarto trimestre del año anterior, lo cual pone de manifiesto un empeoramiento de la tendencia del empleo, bien como resultado de la posible desaceleración de la economía (aún no se conocen los datos de la Contabilidad Nacional del cuarto trimestre de 2015), o debido a la pérdida de intensidad en la capacidad de creación de empleo por parte del sector privado (la tasa de crecimiento anual no ha dejado de aminorarse a lo largo de los cuatro trimestres de 2015, lo que parece consolidarse como tendencia). El sector público se comporta de forma contraria, acelerando las tasas de creación de empleo que ya alcanzan el 2,5% anual.
En términos desestacionalizados, este cuarto trimestre presenta asimismo un crecimiento más débil que el equivalente del año anterior (dentro de una senda de incrementos intertrimestrales que parece estabilizada entre el 0,6 y el 1,0 por ciento).
Dado que la población activa vuelve a registrar una evolución negativa, con caídas de 25.800 personas en el trimestre (frente a un aumento de 95.200 en el mismo periodo de 2014), lo que supone un empeoramiento muy relevante, el desempleo se contrae en 71.300 personas, más de lo que en realidad aumenta el empleo: solo seis de cada diez del número de personas en que se ha reducido el paro en el trimestre lo es por haber encontrado empleo.
En cuanto a la calidad del empleo, este trimestre vuelve a crecer el empleo a tiempo parcial, de hecho la totalidad del aumento del empleo es de jornada de duración reducida (+93.300), mientras se reduce el empleo a jornada completa (-47.900), en un efecto claro de sustitución de un tipo de empleo por otro. Y también se reduce, esta vez por razones claramente estacionales, el empleo temporal y aumenta el empleo indefinido, si bien este, como hemos dicho, con un alto contenido de parcialidad de jornada y, correlativamente, de limitación de ingresos.
Análisis de los datos anuales:
El año 2015 no es ni mucho menos el de mayor creación de empleo de la economía española, aunque sí es el de mayor reducción del desempleo, debido a que nunca se había producido una caída tan fuerte de la población activa (en etapas de creación de empleo).
También es un año de consolidación de un modelo de creación de empleo degradado, resultante de la orientación de todas las reformas aprobadas en la pasada Legislatura.
El empleo ha crecido en 452.000 personas en términos anuales (un 3,2%). La creación de empleo se ha concentrado en el sector de servicios, mostrando una gran debilidad el sector industrial (+24.600 personas, un incremento del 1%).
Por otro lado, el crecimiento del empleo es menor entre las mujeres y en los grupos de edad más jóvenes, que se están viendo relativamente descolgados respecto a los de mayor edad de la creación de empleo, tanto en este cuarto trimestre como en términos anuales.
Y en cuanto al tipo de contrato, dos de cada tres empleos son temporales. La desproporción relativa es manifiesta: el empleo indefinido crece al 1,6 por ciento, pero el temporal lo hace cerca del diez por ciento (9,5%).
El desempleo se ha reducido bastante más que lo que ha crecido el empleo (678.000 frente a 525.000), debido a que la población activa, que comenzó el año creciendo, ha invertido su signo hasta mostrar una evolución crecientemente negativa (-153.200 personas en el conjunto del año, prácticamente a partes iguales entre nacionales y extranjeros).
No hay motivo suficiente, pues, para congratularse por una tan elevada reducción del paro (la mayor de la serie estadística) porque, en otras etapas de mayor creación de empleo, esta se veía acompañada de un crecimiento paralelo de la población activa. El actual record de caída del paro sucede por lo contrario: con una creación de empleo inferior, la población activa se reduce, y eso produce el efecto aparente de que la situación es mejor cuando no es así.
Por otro lado, continúa la tendencia a la baja de la cobertura de las prestaciones por desempleo, con lo que al aumento de la proporción de parados de larga duración (doce meses o más de búsqueda activa de empleo) y muy larga duración 24 meses o más) en el desempleo total se le suma el incremento del número de estos que carecen de cualquier tipo de ingresos.
Actualización de los datos de la Legislatura:
Con los datos de este último trimestre de 2015 se dispone de registros completos de los cuatro años de la Legislatura, por lo que procedemos a la actualización de los que ofrecimos en el trimestre anterior, si bien estos nuevos no hacen sino confirmar las tendencias y los análisis que allí realizamos, pero que es útil en este momento recordar.
Los resultados de la Legislatura pasada son muy decepcionantes, y en algunos casos extremadamente preocupantes:
El empleo ha caído en 58.800 personas.
Hay nada más y nada menos que 567.000 activos menos, y la tasa de actividad retrocede nueve décimas. Unos datos que resaltan muy claramente al realizar la comparación con la Legislatura precedente, periodo durante el cual la población activa creció en 780.000 personas.
El desempleo cae en 507.800 personas, lo cual es íntegramente atribuible al descenso en el número de activos, de personas en edad de trabajar con disposición a hacerlo. Hay menos parados porque han salido personas del mercado laboral y nuestras capacidades productivas son, en consecuencia, más reducidas que en 2011. Por eso también la tasa de paro ha caído 1,7 puntos, no porque se haya aumentado el empleo (al contrario, se ha reducido).
Hay 200.000 parados de larga duración más (más de un año buscando empleo), y son casi el 60% del total (2.845.300). Pero, siendo eso grave, aún lo es más que ese paro se está convirtiendo en estructural, puesto que el de muy larga duración (los que lleva más de dos años sin empleo) ha crecido en 653.000 personas, alcanzando los 2.083.000 (el 43,6% del total de parados). Sin embargo, en esta legislatura los presupuestos para políticas activas de empleo se han reducido incomprensiblemente un 35%, 2.500 millones de euros.
Los asalariados con contrato indefinido se han reducido en 251.000, mientras que los que tienen contrato temporal han crecido en 89.000. La tasa de temporalidad ha aumentado siete décimas, alcanzando el 25,7%.
Se ha producido un intercambio entre empleo a tiempo completo (que se ha reducido en 000 personas) y a tiempo parcial (que ha crecido en 391.000). Un empleo a tiempo parcial que, además, es mayoritariamente involuntario, aceptado por los trabajadores porque no encuentran uno a jornada completa (6 de cada 10 trabajadores a tiempo parcial están en esa situación).
En conjunto, lo que se observa es que el desempleo se está cronificando, y que el empleo creado es de muy baja calidad. Es decir, que estamos promoviendo el mismo tipo de empleo precario y temporal que alimentó la burbuja de la anterior fase expansiva, con los desastrosos resultados por todos conocidos.
Por eso, hay que acabar con el modelo de crecimiento empobrecedor, basado en malas condiciones de trabajo y bajos salarios, por el que se ha apostado en esta legislatura. Y para ello es preciso realizar un cambio de rumbo a la política económica, que revierta los daños cuasi permanentes infligidos por la austeridad de estos últimos años a la estructura productiva y centrarse en la calidad del gasto público y en la suficiencia y equidad de los ingresos. Un cambio profundo también es necesario en las políticas de empleo aplicadas, revirtiendo plenamente los cambios normativos en materia laboral adoptados unilateralmente por este gobierno para devolver equilibrio y racionalidad a las relaciones laborales en nuestro país, que ahora están absolutamente dislocadas.
Es necesario, en suma, un cambio de estrategia económica y política que ponga en el centro de sus actuaciones el aumento de la calidad del empleo y la reducción de las desigualdades y la pobreza como motores imprescindibles para el desarrollo económico y social del país.